A pesar de contar con algunos de los yacimientos más monumentales e icónicos del Imperio romano, la Mauretania Caesariensis, que ocupaba el territorio central y occidental de la actual Argelia, es también una de sus provincias más desconocidas. Entre sus enclaves más emblemáticos destaca la ciudad púnica, romana y bizantina de Tipasa, declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO en 1982. La Universidad de Murcia y el Centre Universitaire Morsli Abdellah de Tipaza, apoyados por la Fundación Palarq y el Ministerio de Cultura, desarrollan desde finales de 2020 un proyecto pionero de colaboración internacional para investigar el apasionante legado histórico de esta región.
Tipasa, del nacimiento púnico al florecimiento romano
A día de hoy Tipaza es una modesta localidad litoral que se levanta parcialmente sobre las ruinas de las que toma el nombre. Sin embargo, en la Antigüedad, junto con la vecina Caesarea (Cherchell), fue un puerto de primer orden. Situada a 70 km al oeste de Argel, cuando se recorre la carretera que une ambas ciudades, lo primero que el visitante descubre en el horizonte es la silueta de un túmulo de piedra de casi 100 metros de altura. Se trata de Kbor Roumia, uno de los monumentos funerarios más imponentes y mejor conservados del Mediterráneo occidental. Ha sido interpretado como la posible tumba de diversos reyes mauritanos, entre los que se encuentran Iuba II y Cleopatra Selene, la única hija de Cleopatra y Marco Antonio. Esta impresionante mole habla por sí sola de la fuerte helenización y del potencial arqueológico de un país situado a 200 km de las costas de Cartagena.
Tipasa es uno de los asentamientos más antiguos del litoral argelino, cuyos orígenes se remontan al siglo VI a.C., como un fondeadero estratégico en la ruta que recorría el norte de África hacia el estrecho de Gibraltar. Se ubica a los pies del monte Chenoua, un parque natural que constituye el relieve más destacado del litoral. Se trata de una montaña de 900 m cuya silueta recuerda a los lugareños el perfil de una mujer. De su etapa púnica Tipasa ha conservado diversas necrópolis, algunas de ellas excavadas en la roca, como la que preside en la actualidad la dársena pesquera. El museo arqueológico local alberga gran parte de los ajuares funerarios hallados durante las excavaciones de la primera mitad del siglo XX. Las cerámicas de importación revelan un contacto directo con el Mediterráneo central y en especial con el entorno de Carthago.
Tras la anexión de la Cesariense al Imperio durante el gobierno de Claudio, la ciudad recibió el título de municipium e inició un rápido crecimiento. En el siglo II alcanzaría el rango colonial bajo Adriano, con el nombre de Colonia Aelia Augusta Tipasensium, construyendo una potente muralla dotada de varias puertas monumentales. Tipasa contaba con destacados edificios públicos ubicados frente al mar: el foro, en la parte alta de la ciudad, teatro, anfiteatro, diversos templos… Incluso un ninfeo, una fuente monumental cuya columnata se mantiene en pie a día de hoy. También se conocen diversas viviendas ricamente decoradas con mosaicos y pintura parietal, como la Domus de los frescos, así como instalaciones para la producción de salazones. A diferencia de otras ciudades antiguas de Argelia excavadas sistemáticamente como Timgad, una gran parte del yacimiento se halla cubierta por dunas y vegetación, a la espera de ser investigado.
Antigüedad tardía y cristianismo en Tipasa
En la etapa tardía Tipasa salió airosa de un asedio encabezado por el príncipe Firmus, que se rebeló contra el poder de Roma (375 d.C.) y entre los s. IV-V d.C. alcanzó su máximo esplendor, como ilustra la construcción de diversas basílicas entre las que se encuentra el mayor edificio cristiano de la Argelia romana. De las múltiples que se han conservado destaca sobre todo la dedicada a Santa Salsa, una mártir local linchada por la plebe por haber arrojado una estatuilla pagana al mar. La veneración por sus restos hizo que gran parte de la población quisiera enterrarse lo más cerca posible de los mismos. Como resultado de este fenómeno rodean la basílica centenares de sarcófagos en piedra con iconografía cristiana que, invadidos actualmente por la vegetación, hacen del conjunto una de las estampas más evocadoras de la Arqueología mediterránea.
El número de tumbas es tal que, en ocasiones, cuando el visitante intenta aproximarse, ha de caminar literalmente sobre ellas. La gran mayoría fueron excavadas durante el siglo XX y muchas conservaban restos de mosaico, en especial las mensae, unas estructuras revestidas de mortero concebidas para realizar banquetes en honor al difunto, como recuerda una pieza excepcional con iconografía cristiana conservada en el Museo Nacional de Antigüedades en Argel. Otros puntos de la ciudad cuentan con interesantes necrópolis tardías, como la que se organiza, en la zona este, en torno a la capilla del obispo Alejandro. Este tipo de ocupación perdurará hasta finales del siglo V cuando, según la tradición, las persecuciones de los vándalos harán huir a los católicos de Tipasa, a Hispania.
A partir de la Antigüedad tardía la ciudad parece iniciar un lento declive, sin que se conozca en detalle su etapa bizantina. Con la llegada de los árabes será definitivamente abandonada y el yacimiento caerá en el olvido, desplazándose el principal eje de poder en el territorio hacia la vecina Cherchell. De hecho, la moderna Tipaza, desarrollada en el s. XIX durante la colonización francesa, ocupa una parte mínima del antiguo núcleo urbano, que llegó a superar las 60 hectáreas de extensión. En la actualidad gran parte de las calles por las que circula el tráfico se encuentran en el interior de las antiguas murallas romanas.
Patrimonio Mundial en peligro
A pesar de poseer uno de los complejos arqueológicos más extraordinarios del Magreb, la región litoral de Tipaza no ha sido objeto de un programa de investigación exhaustivo. No solamente se ignora cuál fue la densidad de ocupación de su entorno, cuyos fértiles campos hubieron de contar con múltiples granjas y villas, sino que las instalaciones vinculadas con actividades que se presuponen importantes en el sistema económico local son escasas. Es el caso de las piletas relativas a la fabricación de salazones, apenas conocidas, un dato que sorprende en un territorio volcado al mar y donde la explotación de estos recursos hubo de ser mucho mayor. Lo mismo sucede con la alfarería destinada al abastecimiento de una ciudad tan extensa como Tipasa y en especial con la producción de ánforas para la comercialización de alimentos por vía marítima.
A este vacío científico se suma la amenaza del desarrollo urbanístico descontrolado, lo que ha provocado que desde 2002 la UNESCO haya incluido el yacimiento en la lista del Patrimonio Mundial en peligro. Con el fin de revertir esta situación y de explorar los fuertes vínculos que existieron en la Antigüedad con la península ibérica, un equipo hispano-argelino dirigido por los investigadores Alejandro Quevedo (Grupo de investigación iArqUM, Universidad de Murcia) y Rafik Khellaf (Centre Universitaire Morsli Abdellah de Tipaza) lidera la Misión arqueológica hispano-argelina en Tipasa: explorando el antiguo territorio de una ciudad africana Patrimonio de la Humanidad financiada por la Fundación Palarq y el proyecto TIPASA. Ocupación, producción y relaciones de interdependencia en el territorio de una ciudad africana durante la Antigüedad (T002020N0000045517, financiado por el Ministerio de Cultura del Gobierno de España).
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